A diferencia de otros personajes de la escena artística mexicana, como David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, Leopoldo Méndez (1902-69), el “dandi del overol” como lo bautizaron los estridentistas, pocas veces incursionaba en la producción de textos de reflexión sobre el sentido de su práctica. Éste es uno de ellos donde, además, aborda la relación con la pintura pública.
El estridentismo, temprana vanguardia mexicana, surgió en 1922 en paralelo al movimiento muralista. Su creador y por un tiempo único miembro fue Manuel Maples Arce, poeta veracruzano en revuelta contra los poetas modernistas y la academia pictórica. Afín al dadaísmo, al futurismo, al ultraísmo y al creacionismo, en sus vertientes europeas y latinoamericanas, el estridentismo fue un movimiento centrado en estrategias de agitación, y un apego irrestricto a las estéticas maquinistas. Los estridentistas impulsaron una nueva sensorialidad urbana, donde las experiencias se agolpan de manera simultánea, a la par de la velocidad de la vida moderna. El nombre mismo del movimiento refiere al ruido citadino, pero asimismo a su voluntad de hacerse escuchar por sus transgresiones y excesos.
Movimiento de artistas implicados en la literatura, la música, la pintura, el grabado, la fotografía y la escultura; el estridentismo tuvo como centro de operaciones El Café de Nadie, localizado en la ciudad de México y, más tarde, la ciudad de Xalapa, Veracruz, donde sus miembros, encabezados por Manuel Maples Arce (1898-1981), se involucraron con la revolución educativa. Dispuso de varios órganos de difusión como la revista Ser, Irradiador, y Horizonte.