Carlos Mérida introduce su artículo citando a Raynolds Maryland, quien —al referirse al arte mexicano en un texto publicado en el Herald de Nueva York— decía que más que un renacimiento, se veía en México un nacimiento. Nacimiento en el cual se descubre y se fortalece el alma americana, debido a la manera de plasmar el color y a la forma; así como por la riqueza decorativa de los elementos autóctonos. Juntos dan a este movimiento una personalidad que lo convierte en una preeminencia continental. A juicio de Mérida, el crítico norteamericano describe con claridad el fenómeno pictórico en México, agregando que se ha acentuado la necesidad de llevarla a su más alta y noble expresión: la pintura mural. Esto responde tanto a un concepto de talla monumental como al camino marcado por los artistas aborígenes. El autor apunta que, el haber podido realizar las decoraciones murales, en edificios gubernamentales de México, se debe (como en las grandes épocas de la historia) al patrocinio oficial encabezado por el Ministro José Vasconcelos. Gracias a ello, se logró establecer la base de un arte anímicamente nuestro. Para Mérida, el movimiento moderno mexicano está cimentado en dos manifestaciones: en la pintura estructural francesa representada por el cubismo y en la tradición mexicana constituida por el retablo y el grabado popular. Concibe el cubismo como disciplina pictórica que reaccionó contra el impresionismo y fue incluso una forma de pintura intelectual, derivada de una necesidad arquitectónica. Más aún, insita a imponer orden y equilibrio a las intuiciones por medio de la lógica matemática. El cubismo, según el artista guatemalteco, libró a la pintura del abundante prejuicio lumínico-fotográfico, de la representación anecdótica de la naturaleza y de escenas teatrales, falsas y antipictóricas. Sobre el segundo elemento, el retablo, Mérida comenta que el retablo, junto con las pinturas de las cajas de Olinalá, son las más finas manifestaciones artísticas del país. Además de esbozar el origen del retablo, comenta que hay en él riqueza de materia, una sabia intención del concepto geométrico decorativo y una potentísima expresión mexicana. En opinión de Mérida, debido al retablo, la verdadera tradición pictórica se ha mantenido y la han continuado los nuevos pintores. El carácter actual del arte mexicano, apunta él, contiene elementos suficientes para ser una manifestación perfecta y esto ha sido posible por aportaciones casi anónimas y la consecución de una expresión integral de un grupo de artistas: aquellos dedicados a la decoración mural dentro de un concepto geométrico, lógico y total.