Siendo parte de El rabo del ojo. Ejercicios y conatos de crítica, este texto se inscribe en la recopilación de escritos sobre arte de Pablo Oyarzún. Esta compilación de textos refleja el afán por la reedición de la producción reciente en el campo de la crítica de arte chileno, surgido durante las primeras dos décadas del siglo XXI, procurando así reconocimiento y legitimación.
Junto a autores como Nelly Richard, Ronald Kay, Adriana Valdés, María Eugenia Brito y Justo Pastor Mellado, el autor pertenece a la llamada “nueva crítica de arte” que irrumpe en Chile tras el Golpe Militar de 1973, desarrollándose hasta finales de la década de ochenta, cuyas ideas circulaban en catálogos, debates, revistas, seminarios y publicaciones a cargo de espacios alternativos de la época, como las galerías Sur, Época, Cromo y Cal. Todos ellos se propusieron inéditas formas de escritura y análisis con préstamos constantes de la semiología, el psicoanálisis y el posestructuralismo francés; al mismo tiempo que fueron desmarcándose de la crítica oficial de prensa y generando, por primera vez en el país, una profunda conciencia de campo crítico. Se destacan por su rol de transmisores de ideas aunque, a menudo, nubladas por un lenguaje críptico debido tanto a cuidados frente a la censura dictatorial como a desajustes en sus traducciones del pensamiento original. Elementos todos a los que Oyarzún refiere en el presente texto, señalando, irónicamente, su falta de interlocutores.