En este artículo escrito en 1921, poco después del final de la Revolución Mexicana, Emilio Rabasa reflexiona sobre las iniciativas propuestas para mejorar las condiciones de vida de la población indígena del país. Según declara Rabasa, los ciudadanos blancos y mestizos de México, analfabetos tres cuartas partes de ellos y todavía recuperándose de los muchos años de guerra, son incapaces de alejar a los indígenas mexicanos de la pobreza. Rabasa argumenta que la energía del país debe centrarse en la formación del gobierno, en administrar el orden y en recuperar la producción industrial y agrícola. A continuación, explica que los indígenas mexicanos no son por naturaleza inferiores. No obstante, sostiene que las leyes que proponen la igualdad de derechos para los indígenas según la “igualdad teórica” entre las diversas razas, en realidad resultan perjudiciales para ellos. Rabasa afirma que, cuando a los indígenas se les hizo ciudadanos, inmediatamente se les obligó a pagar impuestos y a participar en las fuerzas armadas a pesar de su falta de “aptitud para la actividad”. El sufragio universal mexicano de 1875 concedió el derecho al voto a las “masas sociales” que, según Rabasa, fue un error de juicio al no tomarse en cuenta los altos niveles de analfabetismo de la población. No obstante, Rabasa explica que a los indígenas mexicanos no podía negárseles este derecho a menos que estuvieran aislados en reservas. Rabasa afirma que cuando las clases inferiores entran en contacto con las clases superiores, las inferiores suelen desaparecer con el tiempo. Para Rabasa, esta unificación de las distintas clases y razas de México es inevitable.