El artículo cobra relevancia al relacionarlo con el proceso histórico de la educación artística en México, amén de la legitimación que los gobiernos posrevolucionarios buscaron en el extranjero a través de la creación de un arte nacionalista producto de las reivindicaciones de los sectores populares. El texto puede interpretarse desde dos aspectos. En principio, se refiere a una exposición de dibujos infantiles de las escuelas oficiales mexicanas en Bruselas, Bélgica, en 1930. Pero además, al citarse el texto del crítico de arte Julián Fisher —elogiando la muestra por la selección de trabajos que denotan un carácter notoriamente artístico—, el sentido de la publicación cobra otro cariz. Muestra un interés genuino en reseñar los triunfos de las obras infantiles en el extranjero pero, al mismo tiempo, es una forma oficialista de poner en destaque la importancia y significado de la labor de la Sección de Dibujo del Departamento de Bellas Artes. Curiosamente, para esta época, se le habían retirado apoyos económicos relevantes a la Sección para su funcionamiento. Durante los años veinte, la educación artística infantil —representada, no sólo por las Escuelas al Aire Libre sino también por la labor del Departamento de Bellas Artes a través de la mencionada Sección de Dibujo— fue tomada en cuenta como generadora, junto a las primeras decoraciones murales, de un genuino arte mexicano. Un proyecto que se fue desmantelando a partir de la década siguiente.