Durante los años de crisis estéticas, el articulista señala que los artistas camino a la madurez han sido sorprendidos por un grave problema, justo en el momento que la edificación de un mundo nuevo se inicia con elementos nuevos. Entonces, los artistas se ven sometidos a un intento de resurrección, o bien al peligro de quedarse inmóviles. A juicio del autor, aquellos que resuelven este conflicto son de admirar, puesto que sobrepasan los límites de su época. Como ejemplo de este último caso, menciona a Roberto Montenegro —de quien advierte un cambio entre su obra de veinte años atrás y sus “vaciladas” actuales. Sin embargo, existe en ellas una continuidad apenas perceptible. Comenta, incluso, algunas de las actividades artísticas del pintor: obras murales al fresco, ilustraciones de libros, así como su última serie de litografías sobre Taxco, en la cual incluyó dibujos a los que intituló Vacilada. Para el autor, Montenegro ha transitado entre el arte de tipo social y el arte puro, abstracto y único. Cita algunos momentos de la vida del pintor, como su estadía en Francia y España; su regreso a México; y su participación como muralista en varios edificios estatales. Finalmente, anota que exhibirá su última obra en la exposición itinerante a San Francisco y Nueva York, en los Estados Unidos, auspiciada por la Institución Carnegie. Sobre la pintura mexicana considera que, como en la política, existe un complejo de inferioridad o sumisión en apariencia, amén de una falta de interés hacia el “nativo solar”. Motivo por el cual, a juicio del articulista, se ha buscado a Francia y se la ha importado —al igual que otros países como Alemania, Rusia, Inglaterra y Estados Unidos—, ya que el buen gusto francés y su capacidad de crítica son indiscutibles.