Adriana Valdés escribe este artículo como continuación de “Escritura y silenciamiento” publicado en 1977 en la Revista Mensaje, texto impensable en el auge de la represión y censura dictatoriales (1973-90). Por lo tanto, este texto esboza fragmentariamente el material elaborado desde entonces hasta 1990. La autora procura señalar las razones de “su escritura” desde la imposibilidad de totalizar una escena o, menos aún, de establecer un diagnóstico abarcador más allá de lo referido antes (Roser Bru, Eugenio Dittborn, Carlos Leppe, Diego Maquieira, Enrique Lihn y José Donoso). A la vez, en el texto hay una crítica aguda sobre obras y escrituras que se han trabajado, estableciendo analogías respecto a discursos dictatoriales sobre sus significados. Valdés analiza mecanismos de movilidad de la literatura a las obras; esto es, libros de la época que se caracterizan por su precariedad, escueta difusión, paso de mano a mano y limitado tiraje. En la plástica, la autora observa las dificultades en la crítica, tanto por los cuidados ante la censura como por la lectura difícil que conlleva el lenguaje críptico de los artistas. Se hace hincapié sobre el operar en arte con signos en diversas estratos o niveles de entendimiento, lo cual permitía una circulación más amplia (espacios expositivos y urbanos, galerías, concursos, etcétera). Los casos paradigmáticos son el de Bru (uso de diversas imágenes de violencia o de pérdida, sin aludir directamente al contexto dictatorial), o bien de Leppe (el material retrabajado vía violencia que le permite una alegoría al contexto directo del autoritarismo).