Para el autor anónimo de esta nota, sólo se podrá percibir la fisonomía del movimiento pictórico mexicano conociendo las distintas posturas artísticas que lo configuran. Afirma que este fenómeno estético no fue individual ni en su origen ni en sus más triunfantes manifestaciones; sin embargo, se nota una concentración de preferencias hacia ciertos artistas lo cual ha dejado en el olvido a otros valores. Señala el articulista que en un país como México —donde el único mecenas es el Estado y donde hay una indiferencia total del público— lo que prevalece son las preferencias del Estado. Por lo tanto, es necesaria la coparticipación privada. Procurando mejorar la situación con su esfuerzo, menciona el nacimiento del movimiento, uno de cuyos objetivos era la promoción artística. Anota que las actividades del Grupo ¡30-30! fueron frustradas prematuramente por sus tintes subversivos que lo hicieron parecer más un movimiento político —subrayando el importante papel jugado por el pintor Fernando Leal dentro de éste. Se lo colocó en la imaginaria de un feroz revolucionario agitador de multitudes; sin embargo, el articulista considera a Leal un pintor que no anhela el triunfo teatral y que ha protestado contra la postergación de muchos valores artísticos. Resalta algunas características de la obra de Leal destacando que, para hacer obra mexicana, no es necesario plagiar ni la obra de los aborígenes precolombinos mexicanos ni a las artes populares y, menos aún, hacer arte matizado por estilos artísticos europeos. Para el autor de la nota, lo mexicano apenas existe en la posesión de un matiz especial, específico de sensibilidad mestiza. Afirma que abunda la pintura que en tema y técnica es mexicana; sin embargo, lejos está de ser una expresión que se pueda intuir como nuestra. Finalmente, se refiere a la carrera artística del pintor y a sus logros para concluir sugiriendo que hay que ver más ampliamente el panorama pictórico mexicano; de no ser así, la visión no será completa ni homogénea.