Desde sus inicios, el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) liderado por el gestor, artista y empresario Jorge Glusberg se propuso como un espacio interdisciplinario que pudiera generar un movimiento de arte experimental. Para ello, la conformación de redes de colaboración entre artistas y críticos locales e internacionales fue fundamental. Junto a las exposiciones, un programa de actividades públicas diversas ampliaba la oportunidad para conocer las novedades del arte y el pensamiento científico. En la propuesta de Glusberg, la articulación entre el pensamiento teórico y la práctica artística era central para el cambio social.
En sus primeros años, el Centro organizó actividades con intelectuales que permitieron la circulación de ideas de distintas disciplinas (filosofía analítica, la lógica matemática, los problemas epistemológicos, psicología, la semiótica y la lingüística) que habían sido excluidas de los ámbitos oficiales.
Este interés se vio reflejado en la creación de la EAE (Escuela de Altos Estudios) en enero de 1973 (GT- 201; doc. no. 1478752). Si bien ya se habían realizado diversos encuentros de esta índole, algunos de ellos en vínculo con la SADAF (Sociedad Argentina de Análisis Filosófico), con la aparición de la EAE se formalizó un espacio de circulación de ideas incentivadas con la participación de académicos e intelectuales.
Esta gacetilla invita a la conferencia “Antipsiquiatría, política y Tercer Mundo” que David Cooper (1931-86) ofreció en el CAYC en julio de 1973. Cooper estuvo vinculado a los inicios del CAYC (GT-202; doc. no. 1478808, GT-208; doc. no. 1478809, GT-213-A; doc. no. 1476423) siendo un actor fundamental en la configuración de su colectivo de artistas, el Grupo de los Trece. Con la antipsiquiatría, se oponía al enfoque tradicional psiquiátrico por el hecho de que éste reproduce las relaciones de dominación que priman en la sociedad contemporánea. Si la enfermedad mental no era otra cosa que una “categoría represiva” ejercida por grupos que detentan el poder, la locura podía ser entendida, en esos términos, como un acto revolucionario. Así, la propuesta de Cooper se alineaba con las múltiples prácticas y disciplinas que, en ese momento de opresión nacional, cuestionaban a las instituciones. Eran vistas como espacios de ejercicio de poder autoritario y asimétrico, una tónica que entraba en sintonía con la perspectiva liberadora y politizada que tomó el Grupo de los Trece hacia 1972. El interés por difundir las ideas de Cooper en Buenos Aires debe ser leído a la luz de una extensión de la propuesta hacia lo cultural. Específicamente en América Latina de la difusión de la Teoría de la Dependencia y la dialéctica del oprimido, las cuales explicaban la pobreza de esos países desde la opresión ejercida por las grandes potencias mundiales, al tiempo que promovían su liberación.