Desde sus inicios, el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) liderado por el gestor, artista y empresario Jorge Glusberg se propuso como un espacio interdisciplinario que pudiera generar un movimiento de arte experimental. Para ello, la conformación de redes de colaboración entre artistas y críticos locales e internacionales fue fundamental. Las exposiciones hicieron visibles esos intercambios, en los que la presentación de panoramas de tendencias o artistas individuales era una oportunidad para conocer las novedades del arte contemporáneo internacional; o bien de dar a conocer artistas argentinos y latinoamericanos en la escena mundial.
La arquitectura y el diseño fueron componentes fundamentales de la propuesta interdisciplinaria del CAYC desde sus inicios. En sus primeros años, el Centro estuvo ligado a la Fundación de Investigación Interdisciplinaria, el espacio que dio cabida a un grupo de profesores disidentes de la Facultad de Arquitectura y Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, tras la ocupación forzada de las universidades nacionales que tuvo lugar tras el golpe de Estado del General Onganía, en 1966. Dicho origen dejó su impronta en distintos aspectos del Centro, tales como el carácter “proyectual” de muchas de las iniciativas; el uso de las copias heliografías en sus exposiciones (técnica de reproducción empleada en planos constructivos); la colaboración con el sector industrial en exposición y concursos; así como la presencia de varios artistas-arquitectos en la configuración del Grupo de los Trece: Clorindo Testa, Luis Fernando Benedit y Jacques Bedel.
Hacia mediados de los años setenta —cuando el marco censor y represivo de la dictadura militar (1976-83) torna inviables cualquier propuesta de contenido explícitamente político (según primaron desde 1972)— el CAYC programa actividades tales como Contemporánea 76 (GT-636) y los Coloquios Latinoamericanos de Arquitectura (1976). Eventos que contribuirían al desarrollo de disciplinas entonces consideradas postergadas en Argentina y que aludían al contexto de manera menos directa.
En Arquitectos de Buenos Aires se presenta un panorama de profesionales, los de mayor proyección en la escena capitalina. Entre los proyectos llama la atención las nuevas obras emprendidas en la Escuela de Mecánica de la Armada, sitio identificado después como centro ilegal de detención y tortura durante la dictadura. Según señala Adrián Gorelik (“Materiales de la memoria”, Informe escaleno, Buenos Aires, 2014) el mencionado pabellón de dormitorios fue un experimento de punta de arquitectura “de sistemas”. Fue proyectado por el estudio Lanari/Lanari/Púlice como resultado de un concurso llamado por la Marina Argentina en 1972.
El concepto “de sistemas” ingresó en el debate arquitectónico de esa época al ser ponderado como vía de experimentación a través de sistemas constructivos prefabricados; éstos prometían la solución de problemas en gran escala ya sea institucionales o bien sociales: escuelas, hospitales, viviendas. La arquitectura de alto compromiso sociopolítico fue una apuesta megaestructural para la creación de tejidos urbanos “indeterminados”, los cuales favorecieran la creatividad social en una renovación transgresora de las funciones de la ciudad.