Desde sus inicios, el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) liderado por el gestor, artista y empresario Jorge Glusberg se propuso como un espacio interdisciplinario que pudiera generar un movimiento de arte experimental. Para ello, la conformación de redes de colaboración entre artistas y críticos locales e internacionales fue fundamental. Las exposiciones hicieron visibles esos intercambios, en los que la presentación de panoramas de tendencias o artistas individuales era una oportunidad para conocer las novedades del arte contemporáneo internacional; o bien de dar a conocer artistas argentinos y latinoamericanos en la escena mundial.
La exposición Arte de Sistemas en Latinoamérica circuló entre 1974 y 1976 por distintas ciudades europeas mostrándose un panorama de las recientes producciones regionales, ajustadas entonces al “arte de sistemas” propuesto por Glusberg.
A modo de promoción de la primera edición de esta muestra en el ICC de Amberes, en este documento se reproduce un texto del colombiano Jonier Marín (n. 1946). Artista, crítico y curador, Marín inició su trayectoria a finales de los sesenta. En 1972, participó en Documenta 5 en Kassel, con curaduría de Harald Szeemann. Desde entonces, comienza a concebir un arte que borre las distinciones entre alta y baja cultura estableciendo vínculos con artistas de ese evento, los cuales comparten su postura: Joseph Beuys, Nam June Paik, y Christo, entre otros.
El título de este escrito, probablemente alude a la obra de Carlos Ginzburg en Medellín, el señalamiento de la Piedra del Peñol, a la que pintó la palabra “piedra”, en una operación tautológica propia de la que primaba en el conceptualismo internacional.
Marín reflexiona sobre la existencia de un arte latinoamericano y aquellos esfuerzos del CAYC por definir entonces su identidad. Traza una línea de continuidad entre esa muestra y la primera versión de la exposición Hacia un perfil del arte latinoamericano (mayo de 1972), coincidentemente presentada en su país como parte de la III Bienal de Coltejer en Medellín. Marín muestra una decidida inclinación hacia el arte “de las ideas” como el más apropiado para el desarrollo de las temáticas que para él determinan el arte latinoamericano como tal, en oposición a técnicas y lenguajes más tradicionales, que él caracteriza como “cacharrería para museos”. Pero, a la vez, señala que para distanciarse del conceptualismo anglosajón, éste deberá incorporar la intuición, lo aleatorio, la espontaneidad, el humor y el juego.