Desde sus inicios, el Centro de Arte y Comunicación (CAYC) liderado por el gestor, artista y empresario Jorge Glusberg se propuso como un espacio interdisciplinario que pudiera generar un movimiento de arte experimental. Para ello, la conformación de redes de colaboración entre artistas y críticos locales e internacionales fue fundamental. Las exposiciones hicieron visibles esos intercambios, en los que la presentación de panoramas de tendencias o artistas individuales era una oportunidad para conocer las novedades del arte contemporáneo internacional; o bien de dar a conocer artistas argentinos y latinoamericanos en la escena mundial.
Si bien la participación de artistas brasileños había sido escasa en los primeros años del Centro, la voluntad de consolidar un arte regional para América Latina hacia 1971 se vuelve uno de sus objetivos principales. Para Glusberg, tal unión no estaba basada en aspectos formales sino en “problemáticas en común”. Una gran figura articuladora fue clave; en esta etapa, el vínculo del CAYC con Brasil se produjo a través de la crítica brasileña, curadora e historiadora del arte Aracy Amaral (n. 1930).
A principios de los setenta, uno de estos vínculos es con Angelo de Aquino (1945-2007) quien inicia su producción de obras utilizando, como medio/soporte, la fotocopia, la foto-performance y el arte-correo a través del cual establece una red de intercambio con artistas de Asia, Australia, Canadá, Estados Unidos, América Latina y Europa. En aquella época, realiza obras en video y filmes, por lo que es considerado uno de los precursores de dichos medios en su país.