Carlos Cruz-Diez (1923-2019) define su campo de investigación: el color, y la manera cómo se concibe. Fija, punto por punto, los parámetros donde opera. 1- El color no es el color de las cosas ni de las formas, sino una situación evolutiva. 2- Una tradición cultural lo ata a simbologías religiosa, esotérica o anecdótica. 3- El artista expresa su deseo de “liberarlo” de la forma y de las tradiciones culturales. 4- Para lograr esa “realidad autónoma y evolutiva”, el artista debe desligarse de las tradiciones estéticas que imponen la creación de objetos “artísticos” para concentrarse en su verdadero trabajo: hacer que los lenguajes plásticos evolucionen hacia una estética de su tiempo. 5- Todo trabajo creativo genera su propia estética. 6- La obra humana vale por su capacidad para modificar el pensamiento previo. 7- El humanismo y las mitologías humanas parten de situaciones simples, elementales, fenómenos que nuestra imaginación ha transformado en poesía, religión, belleza o terror. 8- Evitando pintar según parámetros estéticos tradicionales, se logra un acontecimiento pictórico inédito, equivalente a desatar una nueva mitología reveladora de realidades no percibidas anteriormente. Yendo al meollo teórico de lo que plantea su práctica cromática, 9- Continúa definiendo su concepto de “cinetismo, más allá de la producción de movimiento e implicando al espectador convertido en protagonista. 10- Destaca la arquitectura cuando artistas y arquitectos trabajaban estrechamente para crear dicho acontecimiento inédito, pero sin misterios. 11- Se considera un investigador plástico que intenta desmitificar esas tradiciones de la expresión y la sensibilidad misteriosas del artista al partir sus propuestas de principios fenomenológicos simples. El principal: la naturaleza misma del color, o sea, su problema estrictamente pictórico.