El autor, Alfonso De Neuvilla y Ortiz, intenta exponer los principios teóricos y técnicos en los que se fundamenta la propuesta cromática de Carlos Cruz-Diez (1923-2019), expuesto en ese momento en el Museo de Arte Moderno del Bosque de Chapultepec. El artículo tiene el mérito de mostrar uno de los inconvenientes que el artista venezolano (radicado en París) debió enfrentar siempre: el hecho de que su obra fuera juzgada a partir de parámetros formales e incluso formalistas (empleo de formas geométricas compuestas dentro de un determinado espacio), cuando él pretendía colocar al público frente a un espectáculo cromático puro: el color-luz desligado, si no liberado, de relaciones formales. El autor —el cual parece más interesado en citar artistas y movimientos históricos antes que los principios de la obra en consideración— detecta que la propuesta de Cruz-Diez pone en juego una amplia gama de formas geométricas “elocuentemente dispuestas”, cuando el artista evitó el discurso narrativo, luchando siempre por hacerle ver al público lo que sucedía entre formas y líneas; esto es, la aparición de gamas cromáticas no presentes químicamente sobre el soporte.
Se insiste en las formas geométricas que emplea, e incluso en las estructuras tridimensionales (que le hacen pensar en el origami japonés). Una lectura imaginativa, sin duda, evidente en la variedad de formas compuestas sobre la superficie pictórica y también en la variedad de soluciones técnicas de las que se vale para ordenarlas en el espacio.
En referencia a la voluntad de intervenir la arquitectura y la urdimbre urbana, según anuncia el título del artículo, queda claro que el autor vincula a Cruz-Diez con todos los intentos modernos por devolverle a la arquitectura moderna un poco del valor decorativo que admira el autor en el Art Nouveau y que se habría perdido en las grandes metrópolis por el sintetismo. No es clara su posición al respecto y oscila entre la crítica y la alabanza sin determinar sus preferencias. El artículo destaca que “la dignificación estética de las ciudades contaminadas son asimismo gritos de luz en torno a las complejidades de la estética que observa o contempla más la esencia que la existencia de la obra de arte”.