Este texto teórico de Carlos Cruz-Diez (1923-2019) es de importancia crucial tanto en los fundamentos de la estética cinética como en sus Cromosaturaciones en particular. Establece su vinculación histórica con los problemas cromáticos del arte occidental así como bases ideológicas (marxistas) de su pensamiento estético. Cuando el artista afirma que las Cromosaturaciones exponen al espectador al color de una manera “bruta” y “aislada” —contrariamente a lo que observamos en la naturaleza—, Cruz-Diez expone una de las bases estéticas del cinetismo; específicamente la idea de presentar fenológicamente lo que la pintura representativa intentó siempre por vías miméticas. Mientras Claude Monet [1840-1926] intentaba reproducir sobre la tela los reflejos de la luz sobre el agua (v.g. en sus ninfeas), la tendencia cinética lo logra enfrentándonos directamente a la luz refleja, vista como fenómeno natural organizado e informado por el arte. Al hacerlo invalida la afirmación de que tal experiencia “bruta” no está sustentada en ninguna idea estética ni tampoco de forma artística tradicional. Lo que brinda interés es justamente que los cinéticos den una respuesta innovadora a antiquísimos intereses de la pintura occidental yendo, incluso, más allá de los impresionistas.
Cuando, Cruz-Diez afirma que tales experiencias elementales pueden ser el origen de todo un inusitado sistema de pensamiento (mítico, poético, esotérico), el artista desarrolla una de las ideas básicas del marxismo; la idea de que un mundo nuevo está por comenzar, partiendo de una ruptura revolucionaria con la historia de la humanidad. Trátase de algo que su obra niega rotundamente; las experiencias cromáticas que nos propone lo contradicen ya que no cobran sentido sino por su inscripción clara en una larga historia del cromatismo en la pintura occidental. La ruptura revolucionaria propuesta vía Cromosaturaciones —enfrentándonos a fenómenos que anhelan estar libres de todo a priori estético— son en realidad una prueba de que dicho “corte” histórico es claramente imposible ya que lo que caracteriza a la cultura es precisamente la continuidad en el tiempo y ante el mundo. La densidad y riqueza de la vida no es producto de ese supesto contacto “bruto” (sea descondicionado o desalienado con el mundo), sino, por el contrario, resulta de la conciencia renovada de nuestra inscripción en una milenaria experiencia conocida como condición humana.
El texto concluye con una breve descripción física de las Cromosaturaciones. Unas hechas de paredes transparentes, donde el observador puede observar su entorno urbano a partir de situaciones cromosaturadas que Cruz-Diez propone como experiencias “descondicionantes” o “dealienantes”; otras más se generan con habitáculos opacos, los cuales concentran la atención del espectador en lo que ocurre en su propio cuerpo y su entorno inmediato, esto es, desligado del entorno urbano. La postulación teórica del artista venezolano radicado en Paris desde inicios de los sesenta termina afirmando tratarse de la primera vez que monta una Cromosaturación en España, esperando despertar el interés de los espectadores en Barcelona.