La nota periodística es de interés particular pues permite corroborar la clara coincidencia entre la voluntad universalizadora de los artistas cinéticos (su deseo de hacer una obra significativa para cualquier ser humano en cualquier parte del planeta) y las expectativas de quienes ostentan el poder durante los gobiernos democráticos en la Venezuela de la segunda mitad del siglo XX. Ello se observa en las palabras del presidente del INCIBA, quien resalta los criterios de selección expresados por el jurado, resaltando dos aspectos fundamentales: Cruz-Diez ha hecho valiosas –porque originales– contribuciones artísticas en el área del color y de la creación cinética; además, su obra se base en la ciencia y en la más moderna tecnología, aproximándolo al pequeño grupo de creadores de resonancia internacional. Se hace evidente que la voluntad “modernizadora y progresista” de la democracia venezolana encontró en los cinéticos una expresión genuina y absolutamente paralela a su política, por su deseo de modernidad científica y tecnológica. Hay una incuestionable voluntad de trascender el atraso y el aislamiento del pasado rural y pueblerino del país por una genuina universalidad.
La presidencia del INCIBA no solo corrobora su coincidencia con los criterios del jurado, sino que cree ver ellos prueba de constancia universal que no es asunto de individuos sobresalientes, sino una característica de todo el pueblo venezolano que artistas como él, Soto, Otero y Marisol [Escobar] expresan en sus obras. Sus obras expresarían una universalidad que continúa la labor de próceres independentistas como Simón Bolívar, Francisco Miranda y Andrés Bello, personalidades que también lograron hacer una obra que trasciendió en su tiempo las fronteras nacionales y atrajo la atención “de las gentes más cultas del continente más civlizado (léase Europa) y cargado de experiencia en el cultivo del espíritu.”
La nota permite también constatar que ese carácter de artista “oficial” –que los medios culturales de izquierda le reprocharon siempre a los cinéticos— no fue consecuencia de una sumisión consciente y voluntaria a los gobiernos democráticos, y menos aún de un clientelismo político. Fue una verdadera coincidencia ideológica, comunión de criterios que los cinéticos supieron explotar en beneficio de su obra. No sorprende que todo gran proyecto arquitectónico y urbanístico del período democrático en Venezuela buscará, en cierta forma, arroparse con el prestigio social y el aura casi metafísica que estos artistas alcanzaron en el seno de la sociedad venezolana.