La nota ofrece un ejemplo característico de los valores promovidos desde los sectores democráticos del país, enfocados en “una voluntad de inscripción” en las tradiciones históricas de Occidente (generalmente concebidas como universales). De allí que la entrega de este Premio Nacional de Artes Plásticas, el primero de su género, a un artista cinético como Carlos Cruz-Diez no sea anodina. Al contrario, refuerza un empeño histórico de participación, ya que los cinéticos exaltan su deseo de hacer una obra universal y desligada de cualquier limitación nacional o nacionalista. Además, tal voluntad de inscripción en los valores occidentales es paralela al deseo de institucionalizar la acción cultural del Estado internamente, buscando otorgarle una dimensión nacional a lo que tradicionalmente se limitaba a la capital del país. De allí que el Premio sea anunciado desde la provincia (Maracay) y no desde Caracas.
La coincidencia entre la universalidad perseguida por los artistas tanto abstracto-geométricos como cinéticos y los lineamientos políticos de los regímenes democráticos de Venezuela durante la segunda mitad del siglo XX, revela factores que llevaron a verlos como “artistas oficiales”. Enfoque de sectores de izquierda en su defensa generalizada de las manifestaciones artísticas populares y los cuales privilegian una inscripción histórica del país en tradiciones precolombinas antes que europeas u occidentales. La nota muestra esa clara oposición entre dos grandes sectores del país ya sea respecto a la visión que se hacían del país o bien como nación aspirante a una inscripción clara y sin reservas en la órbita occidental. En el trasfondo de los gobiernos democráticos había una oscilación: desde su consecuente deseo de modernidad y progreso hasta el de una nación procurando definirse de manera independiente a partir de lo que pudiera diferenciarla de Europa: sus orígenes precolombinos.
Cualquiera que conozca la historia política reciente de Venezuela y de su Revolución Bolivariana, podrá ver en esta nota una manifestación clara de las posiones que desde entonces se enfrentaban, como se confrontan todavía hoy en torno, justamente, a la inscripción histórica que se desea para el país. Hoy, por ejemplo, es clara la voluntad de privilegiar los valores indígenas y precolombinos sobre los europeos, como entonces se hacía con todo aquéllo que pudiera representar una vinculación del país con la herencia europea. Se torna evidente esta oposición respecto a la voluntad institucionalizadora que entonces guiaba la acción del Estado, y la política personalista de gobiernos de tendencia “chavista” (Hugo Chávez 1999-2013 y sucesores), que tiende, por lo general, a desarticular el poder de las instituciones para someterlas a la voluntad de los gobernantes.