Artículo de particular relevancia para comprender las razones que hicieron del cinetismo en Venezuela —si no un arte oficial— una manifestación artística acorde, e incluso paralela, con las esperanzas progresistas del país. Eso ilustra ciertas políticas promovidas desde diferentes gobiernos (democráticos o no), durante la segunda mitad del siglo XX. La índole anónima del artículo torna eso más patente, convirtiéndolo en opinión mediática (El Nacional) y no solo de un individuo.
Se evidencian en él grandes esperanzas de la modernidad venezolana; en particular, la de llegar a ser un país cuyo desarrollo socioeconómico y cultural lo colocan a la par de grandes naciones de Europa y Norteamérica. Tal esperanza modernizadora —algo que el artículo reitera— se haría ver en la sincronía existente entre artistas nacionales y maestros internacionales, revelada tanto por la cercanía de lenguajes plásticos (impregnados de espíritu progresista y tecnológico) como en su participación simultánea en grandes proyectos expositivos y arquitectónicos. Por lo tanto, se subraya la participación de Soto en la segunda fase del edificio de la UNESCO en París, cuya primera etapa incluyó “obras de [Pablo] Picasso, [Rufino] Tamayo, [Alexander] Calder y otros artistas internacionales”. Bajo ese prisma nacionalista, Soto podía entonces ser visto como uno más de esos “artistas internacionales” y la nación donde había nacido una más dentro del conjunto de naciones desarrolladas.
Ese impacto del arte cinético viene a la luz ya que grandes artistas del Pop (Warhol, Oldenburg y Lichtenstein) incursionaron recientemente en el arte cinético, participando en la Expo ´70 de Osaka con obras bajo tales premisas. El autor se apoya en lo escrito por una crítica, Bárbara Rose, quien, refiriéndose al Pabellón Americano en Japón (donde participaron estos artistas), juzga tratarse de una verdadera obra de arte cuya construcción refleja una experiencia artística totalmente tecnificada.
El artículo describe los hechos que hacen de Venezuela un importante centro de creación en el campo de las artes constructivas y cinéticas. Para ello, se basa en el trabajo de la crítica y galerista Clara [Diament] Sujo sobre las experiencias de integración llevadas a cabo por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva con los abstractos venezolanos en sincronía con artistas internacionales consagrados (Antoine Pevsner, Henri Laurens, Fernand Léger, Jean Arp y Alexander Calder). Según el autor, Caracas se ha convertido en una ciudad clave para el arte constructivista y cinético internacional. El artículo recorre las principales colecciones venezolanas que dan fe del impacto que cobran estas tendencias en la escena plástica nacional; donación de colección constructiva por parte de Jesús Soto; creación de colecciones privadas; y numerosas exposiciones de los principales artistas cinéticos a nivel mundial.