Pese a la considerable confusión que este cúmulo de ideas proyecta, a su estructuración caótica y a errores que inundan el texto, esta conversación entre el periodista venezolano Carlos Díaz Sosa y su amigo, Carlos Cruz-Diez, conlleva particular relevancia porque se hace a solo siete años de que el artista inició su obra madura, producto de su primer “Color aditivo” y su primera Fisicromía y después de seis de su instalación definitiva en París (1960). Se transmite una cierta agresividad y no poca rigidez en las afirmaciones del artista, quien vive todavía las tensiones que marcaron gran parte de su vida intelectual: transcurrida entre arte figurativo, de denuncia social y nacionalista. Esto último CCD lo practicó durante más de una década (entre 1945 y 1957 aproximadamente) aunándolos a los postulados del arte abstracto-geométrico, concreto y cinético (que practica desde 1957-59). Su propuesta es militante y universalista, alérgica a todo aquello que estuviera relacionado tanto con la pintura figurativa, como con la expresión de cualquier particularidad individual, nacional y / o americanista.
La entrevista se centra en un pequeño número de ideas:
- Oposición entre artesanía y la invención plástica.
- Estética formalista (apegada a patrones del pasado) y expresión eficaz de las ideas de nuestro tiempo. Expresión anacrónica de preocupaciones nacionalistas y universalidad de las ideas creativas que, en general, interesan al hombre, independientemente de nacionalidad o lugar de origen.
- Permanencia en el tiempo de aquellas ideas que transforman y aportan elementos a la historia del arte y apego (tipo arte por el arte) a los formalismos, a lo que CCD llama los “patrones” que cada generación, particularmente en Venezuela, perpetúa sin modificarlos.
Características definitorias del cinetismo; el cual no transpone realidades sobre la tela, sino que trabaja con las realidades físicas del mundo al incorporar el tiempo real y hacer de la obra “una realidad transformable” que obliga al espectador a involucrarse con ella.
La entrevista concluye tras la discusión en torno a la importancia que reviste (a sus ojos) la obra de Jesús Soto, quien a partir de 1955 (ya en París) lo ayuda a descubrir el mundo plástico innovador, el de la invención plástica. De hecho, Soto es un artista que (en Venezuela) es apreciado por pocos. Emergen entonces criterios de valoración, que ya no son estéticos sino de eficacia discursiva y de allí surge el dilema cotidiano: el papel obsoleto de crítica de arte que entonces evaluaba las obras solo a partir de criterios del pasado.