Este artículo de Ratto-Ciarlo —periodista y escritor peruano residente en Venezuela—resume las conversaciones sostenidas con Paul Keeler, director de la galería Signals en Londres. En su condición de intelectual inglés, Keeler establece cotejos entre las producciones de escenarios artísticos como Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Por temeraria que parezca, la confrontación que enjuicia tanto lo decorativo europeo como lo literario-provinciano americano, parecería ser del agrado del entonces director de la página de arte de El Nacional. Y debió interesar también a Alejandro Otero, un artista fuertemente martirizado por el sentimiento de aislamiento (y aparente anacronismo en su obra) ante tales escenarios internacionales.
Keeler afirma que, contrariamente a los escenarios de Europa y Norteamérica, en especial, el arte de países como Brasil y Venezuela revela una mejor captación intelectual de los cambios “revolucionarios” entonces en juego. De ser cierta esta afirmación, es reveladora de lectura similar en París y en torno al círculo radical dirigido por Jean Clay con la revista Robho (1967) —la cual enfocaba sus textos hacia representantes de tendencias “revolucionarias” cuyo término involucraba obras que trascendían las barreras tradicionales entre géneros y la participación del público en ellas. Es interesante observar que tales lecturas debieron ejercer impacto en Venezuela donde los sectores de izquierda asociaban la abstracción geométrica con la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez (1952–58), así como el cinetismo con regímenes democráticos que vencían en la época a la insurgencia armada de orientación (marxista) en el país. Ratto-Ciarlo transcribe las afirmaciones del galerista inglés, afirmando que los artistas venezolanos supieron traducir, vía vibraciones, la esencia de su tiempo. Estas propuestas marcan las invenciones tecnológicas, rompen con los modos tradicionales, razón por la cual enfatiza su programa expositivo londinense con Cruz-Diez, Soto y Otero.
La última parte del artículo se centra en la obra de Otero, en la cual Keeler subraya el dominio técnico alcanzado en su serie Coloritmos así como la capacidad que demostró para sobreponerse al peso de limitaciones técnicas. Para comprender mejor las variaciones que Soto, Cruz-Diez y Otero integran en sus propuestas, refiere el influjo que ejerció en ellos el clima cambiante de Caracas. Duda: ¿Tanto el entrevistado como el entrevistador conocían las objeciones que estos artistas (en particular Soto) hacían de toda lectura de su obra que buscara arraigarla en el paisaje venezolano? Pese a la conjetura de ese encajonamiento, el autor resume afirmaciones del galerista que procuran agradar a sus huéspedes. Entre ellas, que, a pesar de tratarse de artistas oriundos de un país “subdesarrollado”, artísticamente han sabido ir más allá de planteos trillados en los países superdesarrollados.