El artista plástico y periodista catalán, Alberto Junyent reseña en este artículo la cuarta exposición internacional de La Nouvelle Tendance, donde participan dos venezolanos, Jesús Soto y Carlos Cruz-Diez, quienes entonces gozan de extraordinaria visibilidad pública en el país y cuya notoriedad propició innumerables posibilidades de trabajo en el espacio urbano de los años setenta a los noventa. Pintor convencional más que académico, Junyent se apoya en una cita mal interpretada de Camille Pissarro para afirmar que el arte del siglo XX ha sido dominado por “ansias destructivas” que detuvieron la voluntad constructiva manifestada con movimientos como el expresionismo, el fauvismo y en especial el cubismo. Argumenta que el arte de los grandes maestros clásicos se basó siempre en una fuerte construcción geométrica que el impresionismo diluyó con la inmediatez de sus composiciones y su estética atmosférica; argumento empleado a menudo en Inglaterra contra Turner, así como contra muchos de los impresionistas que privilegiaron el “efectismo” cromático sobre la “verdad” de la forma y el dibujo. Afortunadamente, a su juicio, artistas jóvenes, entre los que cuentan Soto y Cruz-Diez, reanudan dicha tradición clásica construyendo sus obras sobre una solida armazón geométrica.
Según su lectura, las Fisicromías de Cruz-Diez enfatizan un trasfondo geométrico sobre el que se expone “la exquisitez” de sus arreglos manejando la riqueza cromática heredada de la pintura tradicional. Con la misma estrategia juzga la obra de Soto, donde el color ocupa siempre posición secundaria dándole importancia a “límpidos lineamientos de esencia clasicista”. En su perspectiva, Junyent le acuerda al dibujo y a la composición una verdad substancial del mundo (la cual para ambos es solo de orden material) mientras relega el color al universo de los “accidentes del ser” aristotélicos. Es más, su insistencia en la “armonía cromática” y en la “composición formal” debieron enfurecer a Cruz-Diez, quien construyó sus Fisicromías huyendo, justamente, de esas nociones académicas, en provecho de estructuras seriales y repetitivas. Es sobre esa armadura geométrica substancial que inserta el hechizo “accidental” del color y opera como un arcoiris que pone los pies en el suelo.