Este artículo sobre la muestra en Caracas (del 2 al 9 de octubre de 1955) tiene relevancia para el estudio de la obra y el pensamiento de Carlos Cruz-Diez justo cuando inicia su obra abstracta a mediados de los años cincuenta. La conversación entre el autor de la reseña “anónima” ( Ratto-Ciarlo, con certeza, periodista y crítico de arte venezolano de origen peruano) y el artista se centra en los nexos existentes entre “lo americano” y “lo europeo”, una discusión entonces crucial entre los artistas latinoamericanos y venezolanos en particular.
En lo esencial, Cruz-Diez percibe el arte producido en Europa como algo fundamentalmente diferente al americano, a pesar de ser “la matriz” del arte. Pretende viajar a Europa para estudiar en museos y hacer un balance del arte contemporáneo de manera crítica, pros y contras, sin regirse dogmáticamente por lo que considera una cultura “importada”. Los argumentos son aquellos que manejan entonces los intelectuales y artistas de izquierda; entre ellos, el propio dueño del diario El Nacional, el escritor Miguel Otero Silva, quien, dos años después en 1957, sostuvo una larga polémica pública con Alejandro Otero, artista defensor de la pintura abstracta. Lo que argumenta Cruz-Diez es lo mismo que sustenta Otero Silva acusando a los artistas abstractos de abandonar los problemas humanos para refugiarse en un “arte elitesco”, o sea, en una torre de marfil estética alejada de la vida. “Lo americano”, a su vez, era parangón de lo humano y, por supuesto, con luchas populares procurando establecer un orden nuevo, más justo, mientras que lo abstracto era considerado como un arte de importación esteticista ajeno a los problemas reales.
A pesar de su posición americanista, las dudas profundas de Cruz-Diez lo hacían poco a poco más sensible a los argumentos de sus compañeros abstractos, en particular Jesús Soto, quien veía en la tendencia la más grande revolución del arte en los últimos siglos; sin duda, era un atisbo para el futuro del arte. Cruz-Diez refiere en este artículo su “última manera” resultante de una “invención y yuxtaposición de formas” que (sin calificarla como abstracta) considera todavía basada en lo figurativo, apoyándose, tal vez ingenuamente, en evitar estar “desligado del ser humano”.