Pequeña reseña periodística sobre la primera individual de Carlos Cruz-Diez cuyo interés radica en ser una de las lecturas más tempranas de su obra, entonces de corte nacionalista y políticamente comprometida. La exposición aludida en la reseña crítica de Manuel Trujillo reunía las ilustraciones del artista hechas para el almanaque anual de la ESSO (1948), la petrolera norteamericana Standard Oil para la que trabajaba como diseñador gráfico. De allí que cada uno de sus “cartones” estuviera dedicado a temas populares del mes en cuestión. Para enero, Cruz-Diez seleccionó el tema de la Bajada de Los Reyes (celebrado en países católicos el 6 de enero), el cual, en Caracas, se escenificaba con procesiones que bajaban de las laderas del monte Ávila que cierra el valle capitalino por el norte. Se celebra la adoración del Niño Jesús por parte de Los Reyes Magos y es el día que los niños reciben los regalos de fin de año. Para noviembre, el artista seleccionó el Vendedor de flores en el cementerio, en referencia al Día de Todos los Santos e hizo igual para cada mes del año.
Los temas mensuales eran abordados por Cruz-Diez desde una perspectiva marxista (partido legalizado en Venezuela en 1945 y donde militaban algunos de sus amigos más cercanos, entre ellos el poeta Aquiles Nazoa). Lo que se percibe es su interés por temas nacionales, criollos o populares, generalmente enaltecidos por los partidos comunistas de toda América Latina; añádase así la diversidad racial del pueblo representado en sus imágenes con niños negros, indios, mestizos y blancos, contrariamente a la publicidad habitual donde solo se percibían personajes blancos. Aunque parezca contradictorio que una petrolera estadounidense contratara los servicios de un artista con tendencias izquierdistas e incluso le exigiera abordar temas populares como los exaltados por el partido comunista, todo ello respondía a una estrategia destinada a inscribirse en el imaginario colectivo como empresa preocupada por los intereses de las masas populares.
Desde el punto de vista plástico, la referencia a los temas populares de artistas flamencos como Pieter Bruegel, El Viejo (que Trujillo identifica aquí como “primitivos” o “renacentistas”) tenía para Cruz-Diez una clara connotación política. Precisamente por ser un artista que representó generalmente la vida de los trabajadores y en general de la gente, era lo que él pretendía hacer también en su país denunciando condiciones de vida y pobreza del pueblo venezolano. De modo subrepticio, el reseñador termina su artículo estimulándolo críticamente a seguir su trayectoria artística apartándose “de cualquier interés de otra índole”, en obvia referencia a inclinaciones marxistas.