En este ensayo, la investigadora y curadora independiente Carmen María Jaramillo (n. 1958) brinda un contexto dentro del arte colombiano del siglo XX para la obra de la artista y crítica de arte Beatriz González. Observa que, mientras otros artistas se apropian de objetos para generar collages o ensamblajes, González, a su vez, se ha apropiado de imágenes con el propósito de inseminar nuevos significados a lo largo de su propio proceso pictórico. Las fuentes de la artista son de una amplia gama, yendo de pinturas históricas hasta impresiones mediáticas, desde la publicidad hasta ilustraciones y así sucesivamente, En su argumento, Jaramillo coloca que al apropiarse de imágenes de otros, está hurgando en la recepción estética según es vista desde diferentes épocas, lugares y contextos culturales. Al mismo tiempo, la artista muestra cómo la realidad misma se va construyendo, narrando y transmitiendo vía sistemas de representación. Con eruditismo explica que González es, de hecho, la primera artista colombiana en valerse de la fotografía como herramienta de trabajo. En efecto, la mayor parte de las imágenes que emplea han pasado por un proceso fotográfico, ya sea que provengan de retratos de los medios, de reproducciones, de cierta calidad empobrecida o bien de obras canónicas. Operando a partir de copias, genera originales innovadores que cuestionan el concepto de objeto único trayendo a colación cómo “lo universal en el arte” (o sea, lo euopeo) es percibido en contextos locales que ella misma denomina “su provincia”. Por otra parte, González desafía el canon de la historia del arte y las consideraciones difundidas sobre la pintura con sus trabajos pictóricos sobre objetos de la vida diaria. Considera tales piezas como pinturas (más que como esculturas) redefiniendo con ello este medio a través del uso de apoyos poco convencionales y ciertas técnicas.
Este ensayo formó parte de la monografía sobre Beatriz González (2005), la cual incluye, también ensayos del crítico norteamericano Holland Cotter y la historiadora colombiana del arte María Margarita Malagón; el primero de los textos brinda una perspectiva complementaria para las obras discutidas por Cotter (1998) en su reseña de la exhibición individual de González en El Museo del Barrio (Ciudad de Nueva York) y escrito para The New York Times [consultar el Archivo Digital ICAA (doc. no. 1150182)].
La artista colombiana Beatriz González (n. 1938) opera en Bogotá. Su carrera se expande a lo largo de seis década (de inicios de los sesenta hasta hoy) e incluye pintura, dibujo, grabado en serigrafía, cortinas e, incluso, pinturas tridimensionales aplicadas sobre mobiliario reciclado y/u objetos del cotidiano. González —quien se autodenomina “artista provinciana”— se apropia de y reinterpreta imágenes tanto de los medios de masas como de obras clásicas notables de la pintura europea; por lo tanto, se le ha querido asociar con el movimiento del Pop Art, un nexo que ella rechaza de modo ostensivo. De hecho, su obra no trata con la cultura de consumo en sí; al contrario, monta una crónica de la historia reciente de Colombia. Eso implica, sin duda, una investigación sobre el gusto de la clase media en Latinoamérica en relación a las obras maestras europeas. De tal modo que su producción artística trae a la luz el vínculo desigual entre su país y el mainstream de los centros hegemónicos (Europa y los Estados Unidos), un legado innegable del colonialismo. Yendo más allá de su amplísima obra, González ha hecho prácticas curatoriales y educativas para museos, además de crítica de arte. [Para leerse algunos ejemplos de su escritura crítica sobre su propia obra, ver documentos números (1078663) y (1093273); en referencia a otros artistas, consultar los documentos (860646), y (1098901)].