La conferencia realizada por el teórico Filippo Tommaso Marinetti en el Teatro Artigas de Montevideo generó conmoción local. El futurista, escritor de doble vertiente, francesa e italiana, formado en la Sorbona, fue el gestor del manifiesto que reúne las ideas básicas del movimiento lanzado en 1909 en Le Figaro y confirmado por varios artistas italianos un año después. El orador contagiaba y actuaba en cada presentación pública como un provocador mediante afirmaciones de corte agresivo, propias de una sintaxis rupturista, la que podía observarse en sus manifiestos, propagandas, poemas y ensayos. Si bien el futurismo tuvo una proyección plástica (Giacomo Balla, Umberto Boccioni, Ardengo Soffici), ante todo significó una actitud que abarcaba todas las áreas culturales, exaltando el mundo del futuro resultante del maquinismo y de una dinámica veloz. Dejaba atrás, furiosamente, las tradiciones que estancaban la fuerza vital del cambio. Significó, inclusive, una proyección de carácter interdisciplinario marcándose una estrategia de expansión internacional. Atendiendo a este último aspecto, Marinetti realizó más de una visita a América Latina (el “nuevo mundo”); por tanto, en sus presentaciones debía sortear la tensión ideológica que involucraba fácilmente al futurismo con el clima agresivo y belicista del fascismo italiano. En ese clima entreguerras, su retórica se consolida como ideología. La conferencia de tres horas de duración tuvo como tema la exaltación del poeta francés, nacido en Montevideo, Jules Laforgue (1860–87). H. W., el autor de la nota, lo calificó como el discurso ardiente de un gran comunicador de la “nueva estética” de Italia. El periodista aprovechó para criticar a gran parte de la audiencia local como “divos de pescuezo opulento […] gustadores de la ópera italiana […] y melodías azucaradas”, incapaces de exaltarse frente al arrebato y “onomatopeyas frenéticas” de Marinetti. En suma, H. W. evalúa la instancia como aporte para destruir la pasividad local.