La década de los sesenta en Uruguay registró un viraje en las artes hacia un neorrealismo y hacia una síntesis totalizadora de expresiones plásticas. El factor de mayor relevancia que marcó este fenómeno local de efervescente creatividad fue el clima de protesta y reacción ante lo tradicional. Los artistas del momento se sintieron impulsados para continuar con “la ruptura” del lenguaje visual que había comenzado una década antes.
Haroldo González (n. 1941), artista plástico y conceptual uruguayo, se refiere en su texto a una exposición de grabados de Teresa Vila (1931–2009) llamada Las veredas de la Patria Chica y que fue considerada una de las primeras exposiciones “conceptualistas” en el ámbito montevideano. Dibujos en tela y papel alternados con grabados resumían un trabajo de reflexión e investigación de la historia y cultura del Uruguay.
Se fusionaron sonidos, textos, lenguajes visuales y actuaciones con el fin de lograr una lectura de la historia del arte nacional desde una mirada actualizada (“Las veredas de hoy por las que transitaron los gestos memorables del ayer”.). Según González, esta serie de grabados debe entenderse en el contexto de obra de una artista pionera del performance en Uruguay. Además, sus intervenciones —a las que denominó “acciones con tema”— reflejaban la conflictiva transformación social en la cual estudiantes y trabajadores de las clases medias adquirían un protagonismo de incidencia tanto política como mediática, ya que esas acciones se alejaban notoriamente del bullicio lúdico de los happenings. Apostaban a una interacción artista-público muy meditada como proposición provocativa y crítica en cuanto a la realidad del mundo de la época: desde la Guerra de Vietnam hasta la Revolución cubana, la movilización estudiantil, el nuevo estamento social de la muerte individual en un contexto de ideales colectivos, etcétera.