Fernando García Esteban (1917–82) fue, entre principios de la década de los cincuenta y finales de la siguiente, el crítico de arte que, en el Uruguay, hegemonizó la opinión especializada en esta materia tanto en libros publicados como en su incesante actividad periodística. En la década de los cincuenta ese privilegio crítico lo compartió con José Pedro Argul (1903–74) y ambos fueron los fundadores de un tipo de historiografía del arte en el país, acotada al siglo XX.
Este artículo de García Esteban —con un pormenorizado estudio de cada pintor y de cada obra presentada al XVI Salón Nacional (primera versión organizada por la Comisión Nacional de Bellas Artes en 1937)— da cuenta de una metodología de análisis. El autor establece juicios de valor mediante una ponderación estrictamente plástica. En ella, juegan un papel de primer orden los conceptos de “composición formal”, de “operativo cromático”, de “empaste”, de “graduación tonal” y de una serie de categorías esencialmente tributarias de una herencia académica que, paradójicamente, esos críticos de arte pretendían combatir en la década de los cincuenta. Son los años de la pugna ostensiva entre figuración y abstracción basada en intuiciones asaz personales; un asunto que la crítica no ayuda a esclarecer porque no aporta conceptos desde un plano doctrinal ni tampoco filosófico.
Por otra parte, el texto de García Esteban es muy difícil de ser entendido por un lector común, aunque tenga el propósito de tomar por interlocutor al propio artista al que, en todo momento, hace referencia. Tal es el sentido de la elección de este artículo: presentar en situación dialógica a la producción y a la crítica en los inicios de los años cincuenta, dando cuenta del escasísimo repertorio conceptual con que una y otra operaban entonces.