Luis Camnitzer (n. 1937) ha sido consecuentemente un artista y teórico de arte con una filosa mirada crítica en todo aquello que fuera objeto de su análisis. Tanto en sus artículos iniciales, publicados en el semanario Marcha en los años sesenta y parte de los setenta, como los escritos después de 1985 en el semanario Brecha, ambos estuvieron impregnados de importantes datos e información sobre acontecimientos artísticos norteamericanos y europeos, aunado esto a una cuota de criticismo agudo que propició las más diversas polémicas.
En el caso de este documento, Camnitzer fija su mirada crítica sobre la debilidad “conceptual” y “técnica” del arte producido por las nuevas generaciones, así como sobre la gerontocracia política instalada en los cargos decisorios en materia de cultura artística nacional en Uruguay. Para ello ensaya una definición de “arte adulto” —tomando como referencia la obra de Manuel Espínola Gómez (1921–2003)— en contraposición a lo que juzga “infantilización” (voluntaria) en el arte actual. El origen lo sitúa al inicio de los años sesenta, una década que banaliza la dimensión filosófica de los signos torresgarcianos convirtiéndolos en garabatos decorativos, por ejemplo, o bien que desvirtúa las posibilidades investigativas y políticas del dibujo, desviándolo hacia un antropomorfismo irónico, ideológicamente inocuo. Incluso, se coloca en contraposición a lo que denomina “infantilidad (no voluntaria)” en el arte, por el hecho de haber sido impuesta por factores culturales complejos, los mismos que determinan una coyuntura propicia para una visión simplista (“cursi” o “tilinga”) del mundo.
En su momento, este artículo dio lugar a airadas reacciones contrarias por parte de jóvenes que se sintieron aludidos por una crítica “externa y despiadada”.