Durante la década de los sesenta y principios de la siguiente, muchos intelectuales se aferraban aún a una actitud existencialista proveniente de la influencia sartreana, la cual comienza a hacerse sentir en los años cincuenta. Muchos artistas se volvieron iconoclastas bajo la inspiración del espíritu utópico que demonizaba al mercado, a los medios y a los excesos de la sociedad de consumo. Esta realidad impulsó al llamado “informalismo” —cuyo origen podría remontarse a Jean Fautrier (1898–1964) interpretando el nihilismo que deja la Segunda Guerra Mundial—, el cual, en Uruguay, fue alentado por la exposición Espacio y color en la pintura española de hoy. La muestra, en 1960, pasó a ser conocida como la que Antoni Tàpies y Alberto Burri realizaron en esa época. El informalismo local fue caracterizado como “un estilo” basado en el gesto espontáneo del pintor al tratar la materia directamente sobre la tela o superficie de base, introduciendo en ella el signo o la caligrafía desplegados con acciones inmediatas y enérgicas. No obstante, solo en contadas ocasiones, los informalistas uruguayos abandonaron la pintura de caballete. En 1959, en Buenos Aires, se institucionalizó el informalismo en el Museo de Arte Moderno —con obras de Alberto Greco y Kenneth Kemble, entre otros— motivado, entre otras razones, por la prédica teórica de Jorge Romero Brest en el Río de la Plata. Por otra parte, las exposiciones rioplatenses de Tàpies y de Burri, así como la Bienal de São Paulo, contribuyeron a la consolidación de una nueva estética. Según se expresa en el documento, entre los primeros precursores del movimiento informalista en Uruguay estuvo Lino Dinetto, originalmente invitado a Montevideo para decorar iglesias, entregado posteriormente a la docencia y a la difusión del arte abstracto donde generó vínculos entre artistas. Otro referente fue Américo Spósito, quien trabajaba con el color-luz, marcando contrastes entre opacos y brillantes (“llenos y vacíos”, en sus términos) procurando encontrar puntos de apertura hacia composiciones complejas con pinceladas sinuosas. Otro que marcó el informalismo uruguayo fue Óscar García Reino con su intimismo romántico. Algunos artistas como Vicente Martín, Julio Verdié, José Cúneo, Raúl Pavlotzky, Hugo Mazza, Nelson Ramos, Andrés Montani y Manuel Espínola Gómez transitaron por la experimentación a través de la corriente informalista.