En Uruguay, la década de los ochenta representó el período de transición hacia la democracia (1980–84), finalmente reinstaurada en 1985, tras doce años de gobierno militar represivo. En el ámbito de las artes, se necesitaba la consolidación de un colectivo con objetivos concretos en el nuevo marco político. Estudiantes, artistas y críticos de arte se movilizaron y propusieron talleres para acercar sus propuestas reclamando el desmantelamiento de las fuerzas represivas y exigiendo una enseñanza pública regida por valores democráticos. En esta década se formó el SUAP (Sindicato Uruguayo de Artistas Plásticos), agremiación que, en sus orígenes, se reunía en un local cedido por los Hermanos Conventuales y posteriormente se organizó como sindicato con estatutos propios en locales de la AEBU (Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay). Dichas reuniones lograron la participación de aproximadamente 350 socios por todo el país, convocando artistas de diferentes técnicas expresivas y tendencias políticas, pese a contar con un gran número de afiliados al Partido Comunista Uruguayo. El SUAP participó en varias actividades culturales en pro de la justicia social y respeto de los derechos humanos. Promovió proyectos de intervención urbana, murales y escultura donde la expresión artística, sin importar el tipo de material de soporte, debía tratarse con igualdad. En dicha agremiación participaron casi todos los artistas que provenían de la UAPC (Unión de Artistas Plásticos Contemporáneos) creada en 1964 y desmantelada por la dictadura militar en 1973. Eran artistas que habían permanecido en el país, tales como Octavio Podestá, Hilda López, Osvaldo Paz, César Rodríguez Musmanno, Carlos Caffera y Ernesto Aroztegui, además de jóvenes artistas plásticos que eran emergentes. Hacia mediados de la década de los noventa, esta agremiación comenzó a desintegrarse debido a causas ajenas a su propia organización, principalmente asociadas a la crisis ideológica de las izquierdas que tuvo lugar a partir de la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética. En el documento se hace referencia a las nuevas reglas del mercado capitalista y a las negativas consecuencias de la globalización sobre las producciones artísticas locales y regionales.