A mediados de la década de los cincuenta e inicios de los años sesenta se introdujo en Montevideo una vanguardia artística surgida de la autoconciencia de un determinado grupo social, esto es, las clases medias con intelectuales que pertenecían, inclusive, a la clase trabajadora (albañiles, artesanos, diseñadores con aspiraciones de inserción en las industrias locales, etc.) y que llevaban a cabo prácticas culturales afines. La percepción de la “modernidad” por parte de tales sectores intelectuales supuso, por primera vez, la posibilidad de intervención activa en la concepción estética de los productos industriales y manufactureros. Añádase a esto la posibilidad de ser pioneros en la construcción de una imagen visual del mundo contemporáneo. Por otra parte, había la asimilación de este “arte contemporáneo”, la cual desembocó en una crisis del artista como interlocutor, produciéndose así una ruptura del artista con su público local. Fernando García Esteban (1917–82) —arquitecto, docente y crítico de arte de notorio prestigio en Montevideo durante las décadas de los cincuenta y sesenta— se empeñó en lograr la actualización de una producción plástica local que juzgaba en fase de crisis. Se expone en el documento la necesidad de diluir prejuicios y de incrementar acercamientos con propuestas “contemporáneas” ligadas a actividades creativas internacionales, especialmente europeas. El autor realiza una serie de reflexiones que definen el conflicto de los artistas plásticos dentro de una profunda revisión cultural, institucional e ideológica. Concluye el artículo mostrando su disconformidad en torno al nombramiento de los jurados artísticos de los mencionados salones.