El presente ensayo pertenece al crítico, escritor, galerista uruguayo José Pedro Argul (1903–74) quien, a partir de 1937 (cuando es elegido por el Ministerio de Instrucción Pública para ser jurado en el Primer Salón Nacional de Artes Plásticas), tuvo incesante actividad en el terreno artístico, impulsada a través de medios oficiales ligados al gobierno dictatorial de Gabriel Terra. A nivel internacional, fue elegido durante varios años presidente de la AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte), fundada en París en 1949 (Uruguay se integró en 1957). Publicó su libro Pintura y escultura en Uruguay (1958) siendo premiado por la Universidad de la República por su desempeño como escritor y gestor cultural.
El ensayo “Educación para la belleza y el arte” es el texto de una disertación que Argul realizó en 1955. En él, observa el arte como resultado de “un proceso”. Considera el profesionalismo en arte como el operante en otras áreas del saber bajo permanente especialización y actualización, por lo que descarta su apreciación comúnmente subjetiva [véase en el archivo digital ICAA “Del ejercicio de la crítica de arte” de José Pedro Argul (doc. no. 1227229)]. El crítico recurre a ejemplos de educadores que actúan en ámbitos considerados extra-artísticos; desde enólogos a calígrafos o aritméticos, con capacidad de desarrollar y comunicar aspectos comunes con la creación artística si la búsqueda redunda en conceptos de “armonía”, “composición”, “forma” y “gusto”. En general, su concepto cultural es conservador y eurocentrista. En su ensayo puede leerse que América carece de la “unidad de estilo” que puede observarse en Europa; sobre todo, como conducta habitual, fruto de la educación del gusto persistente a lo largo del tiempo.