Si bien la misiva por sí misma carece de relevancia, su interés radica, fundamentalmente, en testimoniar el vínculo estrecho existente entre el pintor y grabador argentino Antonio Berni (1905–81) y diversos artistas uruguayos, en este caso los agrupados en torno al CGM (Club de Grabado de Montevideo). Ese vínculo se inicia con su visita a la capital uruguaya, en 1936, y se prolongará hasta el final de su vida. En ocasión de cumplirse dos décadas de operaciones de esa institución cultural (1953–1973), se solicitaron obras especialmente realizadas para dicha oportunidad a importantes grabadores latinoamericanos, entre ellos, el puertorriqueño Antonio Martorell, Vasco Prado, el propio Berni, y otros. Este último declina la invitación por estar a punto de viajar a París para el montaje de una exposición de su obra, al tiempo que da cuenta de un encuentro anterior tenido con Leonilda González en Madrid y aspira a continuar el diálogo.
El momento histórico en el que se escribe este documento es un periodo marcado por cambios internos determinantes en el CGM (Club de Grabado de Montevideo), una de las únicas instituciones de enseñanza y practica de arte que sobrevivió a la dictadura y generó internamente un núcleo de trabajo y debate teórico. Son años en los que se registra el más alto descenso en el número de socios de esa institución, un hecho inseparable de los cambios de lenguaje en las producciones gráficas del CGM y del clima de retracción social que tuvo lugar a partir del Golpe de Estado de 1973.