Con motivo del homenaje a México, Joaquín Torres García pronuncia en el Ateneo de Montevideo una conferencia dedicada a sus principales artistas. Pone de relieve las figuras de los popularmente llamados “Los Tres Grandes”: David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, así como la de su amigo de andanzas europeas Germán Cueto, a quien había conocido en París y con quien había compartido eventos y publicaciones de la revista Cercle et Carré (dirigida por Michel Seuphor). Al mencionar la obra de Rivera, JTG aclara que —aun cuando se lo ha considerado introductor del fresco en la época moderna, él mismo ya había desarrollado obra fresquista en un mural hecho para la Generalitat de Cataluña desde 1913; por lo tanto, mucho antes que el mexicano iniciara la suya. Por otra parte, el autor señala ciertas coincidencias aparentes con la ideología del “arte del pueblo y para el pueblo” preconizada tanto por Siqueiros como por Rivera, pero solo en la medida que ella implique una transferencia de las ideas del modernismo europeo hacia las problemáticas culturales locales propias de América Latina. 

La conferencia de Joaquín Torres García sobre artistas mexicanos pronunciada en agosto de 1938, posee especial interés al fijar su posición personal respecto a los principales muralistas, en un momento en que se debatía el tema del “realismo social” en la pintura dentro del ambiente intelectual de Montevideo. JTG admite que debe alejarse de premisas que sustentan su obra para elogiar la pintura mexicana, en especial la del muralismo: “haciendo abdicación de mi concepción del arte […] yo tengo que hablar con entusiasmo de estos tres grandes artistas”. Comienza, sin embargo, por un elogio del movimiento provocador y revolucionario en las artes que significó el grupo estridentista en los años veinte. No deben olvidarse en este sentido, los vínculos que JTG tuvo con artistas y poetas mexicanos de vanguardia a través de su amistad con Germán Cueto en París a finales de la década de los veinte. Por otra parte, ensalza el carácter anti burgués y anticonformista de dichos movimientos, colocándose en una postura de vanguardia de la que él pretendía ser representante en el medio rioplatense, a pesar de que su propuesta sea vista como pintura “purista” y conservadora por parte de los partidarios del realismo social.

Resulta interesante observar que JTG elogia a estos artistas por haber puesto en evidencia “el dolor humano que subyace en lo más hondo de nuestra seudo-civilización”, no obstante que su propia crítica a la civilización contemporánea haya partido de un fundamento diferente al de los muralistas, en particular al de Siqueiros. Un artista que, a su juicio, lejos de especular en torno a una metafísica de la tradición cultural clásica y arcaica, propone apropiarse de la revolución tecnológica del capitalismo. 

[Como lectura complementaria sobre el muralismo mexicano, véase en el archivo digital ICAA los textos del crítico luso-mexicano Antonio Rodríguez: “El Muralismo de México: Gran y aparatoso adefesio de la Historia, dice José Luis Cuevas” (doc. no. 747199); “El Muralismo de México: Uno de los momentos culminantes del Arte en este siglo” (doc. no. 747077); y “El Muralismo Mexicano, un enorme absceso que contagió a todos nuestros países: carta abierta de Marta Traba sobre el problema del Muralismo Mexicano” (doc. no. 747211)].