A lo largo de la década de los treinta y parte de la de los cuarenta, cierto sector de la intelectualidad uruguaya estuvo vinculado a organizaciones políticas y culturales de solidaridad internacional e ideología izquierdista en contra del fascismo. En la pintura y la gráfica, los artistas reflejaban su preocupación por la temática social y política de ese momento. Se consolida como tendencia el “realismo social” que representaba un compromiso político-cultural artístico tanto con los obreros en la ciudad como los campesinos en áreas rurales. A partir de la llegada de David Alfaro Siqueiros a Montevideo (febrero de 1933) hubo un primer impacto para implantar esta estética; pero luego continuó la influencia ejercida por pintores radicados en la Argentina, Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni y Demetrio Urruchúa.
En 1938, el Círculo de Bellas Artes de Montevideo en conjunción con la Sociedad Amigos del Arte, invitaron a Berni que abriera una exposición pictórica suya de temática social. Tras su viaje a Europa, el creador argentino había tomado contacto con exponentes del surrealismo y presenta en Uruguay cuadros cuyas figuras humanas extrañas; si bien rozan el grotesco fantasmagórico, por un lado, por el otro se ciñen a un contexto meticulosamente realista y de denuncia de la situación social del Rio de la Plata. En la ocasión, muestra en la capital uruguaya obras que serán paradigmáticas: Manifestación y Desocupación (1934, ambas), las cuales causaron gran impacto en el público y artistas uruguayos, nutriendo así la corriente del realismo social local.