La actividad desarrollada por Eduardo Dieste (1881–1954) abre un período de crítica de arte de base humanista que subraya nexos entre la producción artística de Uruguay y el bagaje pictórico europeo. En la década de los veinte, la visión de Dieste fue significativa en el campo cultural del Uruguay: ejerció influencia a través de la Agrupación Teseo, de su habitual presencia en tertulias de café —generadoras de intercambio intelectual en diversas disciplinas—, de sus innumerables visitas a talleres de artistas plásticos y de contacto permanente con escritores y poetas. Desde todos estos flancos supo verter una prédica continua tendiente a ampliar el gusto hacia nuevas miradas, las cuales conjugaban renovaciones artísticas con incesantes reformulaciones sociales y económicas en el Uruguay.
Los ensayos de su libro Teseo propenden hacia este último objetivo; en especial el ensayo de otro pintor de la luz. Dieste, al considerar la importancia del tratamiento lumínico en la obra de Humberto Causa (1890–1925), ubica, desde el título, su pertenencia a un grupo de artistas embarcados en similares preocupaciones plásticas: José Cuneo (1887–1977), Andrés Etchabarne Bidart (1889–1931), entre otros. El ensayo es una reafirmación del nuevo tratamiento a partir del paisaje local, en relación a su luminosidad y una inexplorada modalidad compositiva de planos afacetados de color —denotando, en algunas ocasiones, estridencias que evidencian influencias fauvistas—, todo ellos elementos dieron lugar a la denominada “pintura planista”. Tendencia difundida en Uruguay en los años veinte y cuyas prolongaciones (bastante agotadas) llegan hasta finales de los treinta. Tanto Causa como Cuneo son vistos como pioneros de esta nueva estética; ambos recibieron enseñanza en el Círculo de Bellas Artes de Montevideo, siendo promovidos con estudios becados en Europa (Causa entre 1913 y 1918). Además, participan de experiencias de viajes artísticos compartidos, como el que emprenden al departamento de Maldonado (Uruguay), con el objetivo común de registrar sus paisajes. El crítico insiste en demostrar la existencia de una cohesión grupal con sensibilidad hacia el entorno local; esto es, una integración que conjuga un “criollismo culto” con un modernismo de cuño europeo, elementos ambos que se aúnan en el nativismo de los años veinte.