Esta lectura crítica de Cipriano Santiago Vitureira (1907−77), incluida en su libro Arte simple (Montevideo, 1937), destaca el “silencio nocturno” de la serie Ranchos y Lunas del pintor José Cuneo (1887−1977). En sus cotejos, compara las lunas a la profundidad de un aljibe, a manera de microcosmos apresado (sea por los límites del lienzo o del brocal), exaltando el tratamiento del espacio como un universo “hacia adentro”. Vincula curvas de luz lunar con el sensualismo donde el hombre se “retuerce implacablemente”, reiterando lo que afirma en otro ensayo: la naturaleza es inmutable, el que cambia es el hombre. Con ello, Vitureira denota ciertos nexos que otros críticos observaron antes en la obra de Cuneo, así como su desempeño en la formación de agremiaciones locales de artistas. Al describir y analizar sus paisajes lunares, hace referencia a su recorrido europeo, destacando localidades como Cagnes Sur Mer (Francia), entre las décadas de veinte y treinta, cuando el pintor uruguayo abreva influencias de corte expresionista. Tendencia que promovió cambios sustanciales en la concepción del paisaje local, especialmente en relación a deformaciones de “lo visual” al servicio de una realidad que se torna subjetiva y nocturna. A partir de este cambio, Vitureira afirma que el pintor ha sentido “cósmicamente” el paisaje, una reflexión que retrotrae reminiscencias románticas, mezcladas con aquellas expresionistas y primitivistas, entendidas éstas en un sentido primordial. Se vincula todo ello a una actualidad emocional y formal del paisaje local, definitivamente ligada a nuevas formas de sentir y de pintar con sincretismos de “lo local-universal”.