Luis Eduardo Pombo (1903−76) fue un crítico de arte que, debido a su vieja amistad con Blanca Luz Brum (1905−85) —la entonces compañera de David Alfaro Siqueiros (1896−1974)— de inmediato estableció contacto con el mexicano a su paso por Montevideo, en lo que era, en ese momento, una liberación tras su prisión domiciliar en Taxco y obra mural colectiva en Los Ángeles, California. Es ahí que Pombo adopta sus postulados estéticos y políticos; dos elementos que resalta en la teoría y la práctica de su arte vigoroso. Por un lado, el carácter científico-técnico, evidentemente revolucionario por adoptar una técnica mecánica para la realización de pintura mural de gran formato y, por otro, el cuño ideológico, revolucionario por propender hacia una arte de masas con sentido político. Son los elementos que Pombo define como coordenadas de la modernidad en Siqueiros. Irónicamente, el primero de ellos es el que lo aleja del muralismo mexicano (institucionalizado) que sigue el camino de la pintura artesanal, comprometido con una noción “aurática” y “elitista” del arte, no obstante que toque temáticas sociales. La visión de una pintura mecánica (aplicada con instrumental innovador de soplete y de compresor) que propugna Siqueiros no solo es moderna al aplicar esta tecnología, sino que “se adapta a la edificación moderna” al utilizar el fresco de cemento en grandes superficies. En la teoría y en la práctica, revolución y modernidad marcharían juntas, ya que se apartan del escolasticismo renacentista tanto de Diego Rivera como de José Clemente Orozco. Al contrario, Siqueiros explora la “pintura dinámica” para ser visualizada —siempre en movimiento— desde la ciudad y la calle, abandonando el individualismo del genio personal. En resumen, dicho dinamismo lo propicia una pintura en equipo.