Con la intención de promover la obra y personalidad de su protegido, el artista venezolano Alejandro Colina, el periodista español Francisco Villanueva y López de Uralde (activo 1933–50) le dedica un ensayo ilustrado con fotografías de las decoraciones realizadas en un salón de la “mansión señorial” de John Boulton, hijo. El artículo posee valor por constituir una primera justificación de un arte de tema indígena, vinculado a iniciativas emprendidas en otros países americanos tales como México y Perú. El autor, sin embargo, reconoce la atracción que ejerce Cuba —una entidad hispanoafricana y bajo influencia norteamericana, según él mismo— sobre la juventud venezolana, cuando debería ésta, en cambio, valorar más los elementos decorativos de sus culturas primitivas. A pesar de soslayar la importante presencia de África en los orígenes venezolanos, como país del Caribe, el autor defiende el carácter sincrético que tendría ese arte de inspiración indígena que sólo atendería a las influencias aztecas, incas y chibchas. El tono del artículo ?propagandístico de fe americanista? debió contrastar con la opinión y gusto mayoritario de los artistas venezolanos de aquella época, abocados al paisajismo según fórmulas postimpresionistas. El artículo se rescata por exaltar en el artista Colina una nueva condición que sería polifacética, pues no se consideraría más escultor, sino decorador interesado más en la integración de las artes que permanecen separadas desde el Renacimiento. Tal ideal lo acercaría a la modernidad del diseño proclamado por la Bauhaus, donde arte y artesanía eran “un todo”, el Gesamtkunstwerk, si no fuera por su apego al simbolismo nacionalista.