Gilberto Antolínez (1908–98) es, sin duda, el primer indigenista moderno venezolano. De formación autodidacta en el campo antropológico, pasó por la Academia Militar y la Escuela de Artes Plásticas. El libro Hacia el indio y su mundo (1946) fue el único que llegó a publicar, a pesar de que tuvo una gran repercusión. El resto de su obra quedó dispersa en periódicos y revistas; sólo póstumamente la recogen varios volúmenes editados por la Universidad de Yaracuy. En ese momento, su libro representó un llamado de atención a intelectuales y artistas en cuanto a superar la visión europeísta de lo indígena, justo cuando se polemizaba sobre el destino de la cultura venezolana a raíz del golpe de estado contra Isaías Medina Angarita y se reformaba nuevamente la Escuela de Artes Plásticas de Caracas. El capítulo “Ciencia, americanismo y venezolanidad”, aquí reseñado, cobra importancia especial por sintetizar principios ideológicos. Tres artistas, en particular, pueden señalarse como los más influenciados por las ideas de este autor. En primer lugar, Pedro Centeno Vallenilla, quien en ese mismo año ensayará su primera versión del mito de María Lionza [consulte en el archivo digital ICAA de Víctor Alberto Grillet “La ‘María Lionza’ de Pedro Centeno” (doc. no. 1172037)], aunque posteriormente Antolínez canalice su preferencia por la opción indianista de Antonio Reyes en materia de caciques venezolanos. El segundo es Alejandro Colina, quien, desde 1939, se había asociado a Antolínez y al arquitecto Hermes Romero para propalar ese mito yaracuyano cuya investigación culmina en su obra magna: María Lionza sobre la danza sagrada (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1951), y el texto de Manuel Rodríguez Cárdenas, “María Lionza”. Sin embargo, en su exaltación de los caciques, Antolínez se dejó llevar por el indianismo condenado por el maestro. El tercer artista fue el realista social César Rengifo, quien —gracias a la influencia mexicana— abordó el tema indígena en las vestes del campesinado marginado de los beneficios de la modernidad; o sea, según modelo consecuente con el indigenismo predicado por Antolínez (bajo el concepto de “el indio vergonzante”). Pionero en relatar el mito postcolonial de María Lionza y considerado hoy parte del imaginario nacional, no es de extrañar el registro de Antolínez en la obra de otros artistas modernos como Rafael Ramón González, Carlos Cruz-Diez, Régulo Pérez, Oswaldo Vigas, Gabriel Morera, Rolando Peña, Carlos Zerpa, Eugenio Espinoza, Diego Barboza y Nelson Garrido.