Este ensayo del poeta y crítico de arte venezolano Roberto Guevara (1932–98) sobre la obra del pintor español Ángel Luque (1927?2014) —quien residió en Venezuela entre 1955 y 1967— fue publicado en el diario El Nacional con motivo de la exposición de este artista titulada Pinturas, presentada en el Museo de Bellas Artes en 1964. Guevara descubre en su ensayo que los logros de las obras de cuño informalista no han calmado el temperamento antagónico, contradictorio y violento del artista, hasta el punto de sacrificar la seguridad que le da ser un artista reconocido, por la experimentación riesgosa e incluso “irritante”, como el autor la define. Trátase de un texto muy valioso, en el que queda plasmada la opinión personal de alguien influyente en el mundo artístico contemporáneo de su país, como era Guevara. Sin embargo, en sus palabras se refleja lo que siempre ha perseguido Luque con su obra: la no-aceptación. Guevara no acepta ni rechaza la obra de Luque, pero de lo que sí está seguro es de que involucra una obra a la altura de la pasión hispánica del artista, reconociendo en su texto que la evolución del trabajo de un Luque, siempre inconforme, y la búsqueda de nuevas fronteras plásticas, lo han llevado a un uso más radiante del color y del espectro cromático; algo ausente en su obra inicial de limitados recursos cromáticos.
El texto destaca porque Guevara ve difícil el clasificar esta nueva tendencia en la obra de Luque, aunque tampoco se le ve muy convencido a la hora de aceptarla. Guevara asume el no estar ni convencido ni escéptico con respecto a la obra de Luque; sin embargo, no ve esta fase como algo favorable a la hora de establecer márgenes que definan su creación.