El tema central de este ensayo del historiador y crítico de arte venezolano Juan Carlos Palenzuela (1954–2007), sobre la obra del escultor venezolano Pedro Barreto (1935–2008), gira en torno a la relación del artista con la naturaleza ribereña. Palenzuela encuentra que las formas geométricas utilizadas por Barreto siempre evocan formas naturales y figuras relacionadas con el paisaje del río Orinoco, en especial los árboles de las riberas. El autor destaca que, en su obra, Barreto no profundiza filosófica o estéticamente, sino que relega este trabajo al espectador. Trátase de una producción más bien espiritual y en permanente contacto natural. Todo esto fue percibido con anterioridad por José Balza (“Pedro Barreto: Maderas insistentes”, GAN 1979), a quien el autor cita. Para respaldar muchas de sus afirmaciones, Palenzuela recurre, además de Balza, a lo que otros críticos (Roberto Guevara y María Elena Ramos) ya habían expresado previamente sobre su obra. De Guevara recoge la afirmación de que Barreto aborda el constructivismo desde un muy particular punto de vista; a su vez, en cuanto a los planteamientos meramente plásticos, Palenzuela encuentra en Barreto la influencia de Piet Mondrian en lo relativo al uso de la luz y el color. Considera que el ordenamiento visual es la base de su propuesta escultórica y sostiene que, pese a ser concebida frontalmente, sus obras pueden apreciarse desde diferentes ángulos, descubriendo, así, la riqueza del volumen hasta que este se funde con el espacio.