En 1994 se realizó la muestra Confluencias, con curaduría del pintor y crítico venezolano Perán Erminy (1929–2018) y organizada por el Museo de Arte Popular de Petare y la Galería de Arte Contemporáneo Tito Salas (Caracas). La exposición reunió creaciones de artistas venezolanos y extranjeros, representantes de la vanguardia denominada “popular” o bien de aquella considerada “no popular”, unida a otras manifestaciones de arte marginal y manifestaciones del imaginario comúnmente desplazadas de la mirada académica y/o expositiva. La exhibición Confluencias marcó un hito en lo referente a la reflexión sobre el estatuto del objeto artístico y de la propia creación, al cuestionar los valores y criterios de la categorización artística, del juicio sobre los cánones del arte y de la construcción de una estética hegemónica (entendida como universal y única). Contra los esencialismos derivados del pensamiento tradicional, el texto curatorial de Erminy subraya la capacidad de diálogo que sostienen todas las manifestaciones del imaginario cultural entre sí, así como en el mapa diverso y plural que se dibuja sobre estos continuos préstamos e interrelaciones.
Aunque de manera tal vez tardía, la discusión abierta por esta muestra introducía en la escena plástica venezolana los debates post-estructuralistas de los años setenta y las consideraciones posmodernas de la década de los ochenta acerca de “la alteridad”, el descrédito de los “grandes discursos” [grands récits], así como la necesidad de promover las políticas de “la diferencia” [la différence] y la inclusión. Tanto en el ámbito teórico como en el expositivo, la reflexión de Erminy aporta no sólo este tipo de antecedentes, sino que dialoga y pone en tela de juicio la problemática de la comparación y las amenazas derivadas del mercado del arte en tanto expresión de un pensamiento autoritario y único. Esta muestra constituyó un singular gesto de enunciación contra la marginación del arte popular en los salones y eventos colectivos. La alternativa de homologar diferentes registros de la creación apuntaba, en esa época, a una estrategia sintomática del pensamiento postmoderno, gracias a la cual la pluralidad ganaba terreno y la creación alcanzaba cada vez más un ejercicio más libre.