Tratando de ofrecer un espacio para que los artistas se expresaran sobre su propia obra sin la interpretación unilateral de un tercero (el crítico, el periodista o el escritor), la Sala Mendoza publicó una serie de entrevistas que acompañaron a otras tantas exposiciones bajo su tutela. La entrevista del curador y crítico Ariel Jiménez al pintor venezolano Onofre Frías (n. 1953) formó parte de esta iniciativa, y vino a reforzar la exposición Onofre Frías: claro y oscuro (1990). Recogiendo su testimonio directo, la conversación abre una puerta no sólo a lo particular de su viva voz, sino a la comprensión de toda una toma de posición ante el arte y la vida, así como frente a los muy diversos modos de crear. En ese sentido, la entrevista resalta un tópico básico en la trayectoria de Frías: el mundo de las tradiciones populares, los procesos de mestizaje y la problemática de la identidad afrovenezolana. En cierta medida, el artista considera la identidad latinoamericana (o caribeña) como un resultado cada día más fortalecido a medida que el mestizaje vaya ganando terreno. Su mirada sobre los procesos de intercambio cultural en las islas de las Antillas Mayores aporta luces sobre sus inquietudes en torno a una “estética del Caribe” y las tensiones generadas al transportar ese proceso a territorio venezolano. Aunado a ello, se encuentra la problemática tanto de los discursos hegemónicos como de las estructuras de poder que imponen la diseminación de determinados discursos culturales, desplazando así, de un plumazo, la consideración de otros. Desde otro ámbito, las declaraciones del artista revelan una información esencial sobre sus técnicas, el modo en que se abordan el espacio y los formatos, así como su exploración hacia una pintura espontánea de cuño infantil. Su experiencia previa en el ámbito de la gráfica y el dibujo publicitario resultan significativos en el desarrollo de un lenguaje plástico que sobrepone materiales, “redibujo” (dibujo borrado) y la dilución cromática.