Muchas fueron las reseñas de prensa —varias de ellas sin autor, como es el caso de la presente nota— donde se anuncia la inauguración, en 1969, que expone la Reticulárea de la artista venezolana de origen alemán Gego (Gertrud Goldschmidt 1912–94) en el Museo de Bellas Artes de Caracas. Sin lugar a dudas, la obra sorprendió al público venezolano, llegando a ser considerada por la crítica como primera obra ambiental del país. En cierta medida, Reticulárea produjo desconcierto entre la audiencia, y el interés de esta reseña radica en ese sentido, pues refleja la interpretación de un reportero que detecta dos visiones contradictorias en el meollo de la impresionante obra. Por una parte la describe como “frágiles líneas sutiles y casi líricas” y, por otra, como la imagen de una tela de araña alucinante que pareciera salir de “atroz pesadilla”. La imagen de la tela de araña será leitmotiv desde los primeros escritos sobre la Reticulárea, en ese año de 1969; ya sea considerándola como “amigable” (Lourdes Blanco) o bien, en este caso, como todo lo contrario” una “pesadilla”. La presente reseña es uno de los escasos documentos en que la Reticulárea es asociada al polo de la negatividad: lo terrible. Por lo general, la labor del tejido y la imagen de la tela de araña estarán mayormente vinculados a la Reticulárea y a su creadora como siendo la propia encarnación de las míticas tejedoras, cuyo arquetipo, sin duda, es Penélope. Trátase de la belleza que involucra la fragilidad, la fuerza y equilibro. En fecha más reciente y a medida que la obra gueguiana se difunde, estos temas serán profundizados por estudiosos internacionales en más acuciosos ensayos académicos.