Al pintor y crítico de arte venezolano Carlos Contramaestre (1933–96) se le considera no sólo el miembro de mayor trascendencia del grupo de vanguardia informalista El Techo de la Ballena (Caracas, 1961–65), sino el descubrimiento y valoración inicial de algunos importantes artistas que son ajenos a la formación académica y provenientes de origen popular, como Emerio Darío Lunar, Antonio José Fernández “el Hombre del Anillo”, Josefina Sulbarán, Gonzalo Eraso y, muy en particular, del trujillano Salvador Valero (1903–76), a quien conoce en 1951. El texto de Contramaestre para el catálogo de la exposición póstuma de Valero aporta datos significativos y concretos acerca de la iniciación del pintor, dibujante, grabador y fotógrafo, ofreciendo tanto las circunstancias como nombre de los “maestros” con quienes trabajó. Si algo diferencia a este pintor de otros artistas populares, descubiertos desde 1948 (Feliciano Carvallo, Bárbaro Rivas), es el fuerte sentido polémico de sus obras, más centradas en los males de la sociedad, que el autor ejemplifica en su análisis de Hiroshima, “cuadro lleno de convulsiones apocalípticas, con acusaciones directas a los que enviaron ese hongo de muerte y vergüenza sobre la tierra”. Un mérito adicional al texto del catálogo es que viene acompañado de varias muestras del talento narrativo del pintor Valero, recompiladas por el crítico. El texto de Contramaestre se reprodujo en su libro Poética del escalpelo (Caracas: Conac, 2000).