En 1962, el escultor venezolano de origen polaco Harry Abend (n. 1937) presentaba en el Museo de Bellas Artes de Caracas su primera muestra de escultura. Correspondió al reconocido museólogo y crítico Miguel Arroyo (1920–2004) la redacción del texto para el catálogo. Este ensayo sirve como introducción pública, una suerte de presentación en sociedad, del trabajo de un novel escultor. Pecando de excesiva prudencia, tal vez, Arroyo se abstiene de emitir cualquier juicio valorativo de su obra y, sin analizarla, prefiere esperar su futuro desarrollo para ponderarla con propiedad. Sin haber formado una sólida opinión, se limita a calificarla como “buena”. El texto es el primero que se escribe sobre la labor escultórica de Abend, destacándose por ser escrito por una personalidad del arte contemporáneo en Venezuela. Sirve, también, para conocer la opinión que tenía la crítica, en especial Arroyo, acerca del panorama general de la escultura en Venezuela a principios de la década de los sesenta. Reconoce él que, lamentablemente, se ha perdido el interés por la labor escultórica en el país y confía en que surja una generación de jóvenes talentos para rescatar dicho espíritu. A este grupo, que engloba a artistas de la talla de Víctor Valera, Pedro Barreto y Pedro Briceño, entre otros, el autor los ve como herederos naturales de la labor iniciada por maestros como Narváez y Gego.