A principios de los ochenta, la GAN (Galería de Arte Nacional) de Caracas organiza, junto con el Consejo Nacional de Cultura de Bogotá (Colombia), la exposición El paisaje libérrimo —1981. En el catálogo, el poeta y crítico Juan Calzadilla (n.1931) escribe sobre la obra de uno de los participantes: José Antonio Quintero (n. 1946). Tomando como referencia la muestra anterior de Quintero, El pozo de cristal (1975), Calzadilla analiza de su obra, reconociendo aspectos que le han conferido espacio medular dentro de la iconografía del paisajismo nacional. La inclusión de elementos urbanos a sus pinturas, la concepción global de la estructura cromática (contrastada con la impresión del detalle fijo, propia de la Escuela de Caracas) y finalmente el significado simbólico que atañe a sus paisajes, son actitudes que reflejan un enfoque más dinámico de la tradicional temática. El crítico acentúa que se complementan con el hecho de dar mayor importancia al proceso pictórico, dejando de lado la idea del producto preconcebido, para sólo enfrentar directamente la naturaleza identificándose sensorialmente con ella. Sin duda, esta postura que caracteriza al llamado “neopaisajismo” en Venezuela es objeto de investigación para Quintero; su obra se caracteriza, entonces, por una espontaneidad que no pretende ser más que expresión del misterio poético de las cosas.
En la muestra también participaron el pintor venezolano Carlos Hernández Guerra y los artistas colombianos Ana Mercedes Hoyos y Galaor Carbonel (de origen cubano).