Este artículo del crítico y curador Roberto Guevara (1932–98) sobre los objetos mágicos del artista plástico venezolano Mario Abreu (1919–93) toca todos los registros y los matices esenciales a estas piezas; los cuales, posteriormente, la crítica de arte en Venezuela retomará y desarrollará en futuros análisis. Guevara presenta tales obras como continuación y también como profundización del camino que Abreu había iniciado en sus trabajos anteriores; un camino que el crítico señala enfáticamente como búsqueda de un lenguaje singular que supera con maestría las influencias —en este caso del surrealismo francés— que pudieran haber limitado su discurso, si es visto de manera superficial. Con ello, Guevara descarta las críticas hechas a la obra de Abreu, las cuales pretendían ver en ella tan sólo una manifestación derivativa más de ese movimiento internacional. Por otra parte, el crítico describe todos los elementos sustanciales, tanto en la dimensión estética como en la conceptual y trascendente de estas piezas, subrayando la absoluta comunión entre tales universos, de manera en que se perciba con claridad que ninguno puede subsistir sin la presencia del otro. En lo formal, Guevara resalta la cualidad objetual de la obra; señala su composición a base de fragmentos, pequeñeces y desechos y cómo estos adquieren semejante fuerza por el nexo espacial que establecen en la obra. A su juicio, tal parece ser la finalidad última de su existencia. A su vez, el artículo indica cómo esa relación espacial genera un universo misterioso y que anticipa vislumbrar como real–maravilloso; o sea, un acto de creación mágica. Guevara establece, además, cómo dichas fuerzas que las relaciones entretejen son, en fin de cuentas, la sustancia y esencia de la creación de Abreu: lo terrible y bello, lo sagrado y profano, lo popular y espiritual, en suma, toda una “metafísica rudimentaria”.