El episodio que comenta este artículo repercutió en casi toda la prensa nacional, recogiéndose las más diversas opiniones en torno al asunto. Todo sucedió cuando el párroco de la catedral de Caracas, Augusto Laborem, tomó la obra Retrato espiritual de un tiempo —del artista plástico venezolano de origen alemán, Miguel von Dangel (n. 1946)—, la derribó a bastonazos y la arrojó al patio del Palacio de las Academias, lugar donde era exhibida en muestra colectiva propuesta en el marco del IX Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis. Tanto dicho incidente como su repercusión reflejan la mojigatería e intolerancia reinante aún, en los años setenta, en el seno de la sociedad venezolana.
La obra destruida pertenecía a toda una serie que el artista había exhibido años antes en una de sus primeras exposiciones, Sacrifixiones (Galería XX2, Caracas, 1969); en aquel entonces, la muestra de estas obras no produjo ningún tipo de escándalo. En todas estas piezas, así como en Retrato espiritual de un tiempo, el artista tomaba, entre otros elementos, restos de animales y los colocaba en soportes rígidos generalmente dispuestos en cruz, enfatizando con ello la idea del sacrificio. Específicamente, la obra destruida representaba a un perro disecado, crucificado, y con una corona de espinas. Lo curioso y contradictorio del caso es que, según el artista, la obra no significaba ninguna herejía; antes bien, era un modo de llamar la atención sobre “las fallas por las que atravesaba el mundo”. Von Dangel se ha caracterizado por una plástica que es, en gran medida, manifestación simbólica de un orden superior y trascendente, ya sea que provenga de Dios, de la naturaleza, o bien de la mitología americana. Para el momento en que fue realizado el Retrato espiritual de un tiempo, tanto la búsqueda de Dios (plagada de dudas y certezas) y la representación de lo crístico signaban su obra. Años después de este incidente con la iglesia Católica, von Dangel confesaría que este le produjo una suerte fehaciente de crisis que lo lleva a abocarse a la naturaleza y depositar su fe en ella. (Véase Aurora Blyde, 1993).